Doris M. Vazquez
Source: Ferré Rosario,
la mona que le pisaron la cola
, Ediciones Huracán, R’o Piedras, P.R, 1981
LA CUCARACHITA MARTINA
Hab’a una vez y dos son cuatro, una cucarachita que era muy limpia y que ten’a su casa muy aseada. Un d’a se puso a barrer el balcón y luego siguió barriendo la escalera y luego, con el mismo ’mpetu que llevaba, siguió barriendo la acera. De pronto vio algo en el piso que le llamó la atención y se inclinó para recogerlo. Cuando lo tuvo en la palma de la mano vio que era algo muy sucio, pero después de brillarlo y brillarlo con la punta de su delantal, descubrió que era una moneda.
—“¡Ay, pero si es un chavito!”, dijo “¿Qué podré comprarme con un chavito?”
Apoyada en el mango de su escoba pensó y pensó sin ocurr’rsele nada hasta que por fin se cansó, guardó la escoba detrás de la puerta, se quitó el delantal y se fue a dormir la siesta. Cuando se despertó, se sentó en el balcón a coger fresco y siguió pensando qué era lo que más le gustar’a comprarse con su chavito nuevo.
—“Podr’a comprarme un chavo de dulce, dijo, pero eso no me conviene, porque en cuanto me lo coma se me acaba. Podr’a comprarme un chavo de cinta color guayaba para hacerme un lazo . . . pero eso tampoco me conviene, porque cuando me despeine se me acaba. ¡Ay, ya sé, ya sé! Me compraré un chavito de polvo, para que San Antonio me ayude a buscar novio!”. Y dicho y hecho se fue corriendo a la tienda y se compró un chavito de polvo.
Cuando regresó a su casa se atavió con su mejor vestido, se empolvó todita todita y se sentó en el balcón de su casa para ver pasar a la gente.
Al rato atravesó la calle muy elegante el Se–or Gato, vestido todo de negro porque iba camino de unas bodas. Cuando la vio tan bonita el Se–or Gato se acercó al balcón y, recostándose sobre los balaustres, se atusó los bigotes frente a todo el mundo con un gesto muy aristocrático y dijo:
—¡Buenos d’as, Cucarachita Martina! ¡Qué elegante está usted hoy! ¿Le gustar’a casarse conmigo?
—Quizá, contestó la Cucarachita, pero primero tiene usted que decirme cómo hará en nuestra noche de bodas.
—¡Por supuesto, Cucarachita! ¡Eso es muy fácil! En nuestra noche de bod’as yo maullaré ¡MIAOUU, MARRAOUMAUMIAOUU, MIAOUUMIAOUU! ¡Yo mando aqu’ y arroz con melao!
—¡Ay no, por favor, Se–or Gato! ¡Váyase, váyase lejos de aqu’! ¡Eso s’ que no, porque me asusta!
Y el Se–or Gato salió corriendo. Cruzó entonces la calle el Se–or Perro muy petrimetre, con su abrigo acabadito de lustrar porque iba camino de un bautizo. Viéndola tan bonita, se arrimó a los balaustres del balcón y se rascó contra ellos varias veces las espaldas. Irguió entonces las orejas con pretensión, como si fuese un perro de casta, y dijo:
—¡Muy buenos d’as, Cucarachita Martina! ¡Pero qué reguapa está usted hoy! ¿Por qué no se casa conmigo?
—Puede ser, le contestó la Cucarachita, pero primero tiene usted que decirme cómo hará en nuestra noche de bodas.
—¡Cómo no Cucarachita! ¡En seguida le ense–o! En nuestra noche de bodas yo aullaré: ¡JAUJAUJAUJAUJAUJAUJAUJAU! ¡Aqu’ mando yo y arroz mampostiao!
—¡Ay no, no, por favor, Se–or Perro! Aléjese, aléjese de mi lado. Es usted muy chabacano y además, con tanto ruido me va a despertar a mis hijitos.
Pasó entonces por la calle el Se–or Gallo, muy orondo con su traje de plumas amarillas porque iba camino de unas fiestas patronales. Cuando la vio tan bonita, se acercó al balcón y, moviendo la cresta con arrogancia, sacó pecho en plena calle y dijo:
—¡Buenos d’as, Cucarachita Martina! ¡Pero qué bonita está usted hoy! ¿Por qué no se casa conmigo?
—A lo mejor, le contestó la Cucarachita, pero primero tiene usted que decirme cómo hará en nuestra noche de bodas.
—¡Claro que se lo diré, Cucarachita! ¡Sin ningún problema! En nuestra noche de bodas yo cantaré ¡KIKIRIKIIII, yo mando aqu’ii! ¡KOKOROKOOOO, aqu’ mando yooo.
—¡Ay no, no, no, por favor, Se–or Gallo! ¡Apártese, apártese de mi lado! ¡Eso no puede ser! Es usted muy indiscreto, y además, hace tanto ruido que, en la ma–anita, no me dejará dormir!
Y el Se–or Gallo se alejó con la cresta muy alta, disimulando el desaire.
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“—Te diré muy pasito, ¡Chu’, Chu’, Chu’! ¡As’ te quiero yo a t’!”, le susurró muy discreto el Ratoncito al o’do . . .”
Se estaba haciendo tarde y ya la Cucarachita se dispon’a a entrar de nuevo a su casa, cuando a lo lejos vio venir al Ratoncito Pérez por la calle. Se hab’a vestido con sus mejores galas y en la cabeza llevaba un elegante sombrero de paja adornado con una larga pluma. La Cucarachita se volvió a sentar en el sillón y se acomodó cuidadosamente los pliegues del vestido. Cuando el Ratoncito Pérez llegó frente a ella, se quitó el sombrero y, haciéndole una profunda reverencia, barrió el piso con su pluma roja.
—“¡Buenos d’as, Cucarachita Martina! ¡Qué tarde tan agradable hace hoy! ¿No le gustar’a salir conmigo a dar un paseo?” La Cucarachita le contestó que muchas gracias, que prefer’a seguir cogiendo fresco en su balcón, pero que si é1 quer’a, pod’a sentarse a su lado y hacerle compa–’a. Entonces el Ratoncito Pérez subió con mucha elegancia las escaleras y, cuando estuvo junto a ella, le dijo con mucha crianza:
—Cucarachita Martina, hace tiempo que quer’a hacerle una pregunta. ¿Le gustar’a casarse conmigo?”.
—“A lo mejor”, le contestó la Cucarachita, disimulando una p’cara sonrisa tras el vuelo de su abanico.” Pero primero me tiene usted que decir cómo hará en nuestra noche de bodas.’
“Te diré muy pasito, ¡Chu’, Chu’, Chu’! ¡As’ te quiero yo a t’!”, le susurró muy discreto el Ratoncito al o’do, para que los vecinos no se enteraran. Y ni tonto ni perezoso, le besó respetuosamente la mano.
—¡Ay qué lindo y qué fino! ¡Me gusta como haces, Ratoncito Pérez! Ma–ana mismo me casaré contigo.
Al otro d’a la Cucarachita Martina se 1evantó muy temprano, y se puso a limpiar su casa porque quer’a que estuviese relucienre el d’a de la boda. Primero barrió la sala; luego barrió el comedor y las habitaciones; luego barrió el balcón, las escaleras y la acera; y al final dispuso la mesa primorosamente. Después entró a la cocina, porque quer’a darle una sorpresa al Ratoncito Pérez. Primero 1avó el arroz; luego rayó el coco y lo exprimió en un pa–o fino para sacarle la leche; luego lo echó en la olla y le a–adió varios pu–ados de pasas, un tazón de melao, un poco de jengibre, un poco de agua, varias rajas de canela y dos cucharadas de manteca. Cuando terminó colocó la olla sobre las tres piedras del fogón y lo puso todo a hervir. Entonces se fue a su cuarto, para engalanarse con su traje de novia.
Pero héte aqu’ que lo que la Cucarachita Martina no sab’a era que el Ratoncito Pérez, además de ser muy fino, era tamb’en muy goloso y se la pasaba siempre buscando qué comer. No bien hubo ella salido por la puerta de la cocina, el Ratoncito se acercó al fogón. De la olla sal’a un perfume delicioso que lo envolv’a como en un sue–o de gloria, haciéndole la boca agua. Como no pod’a ver qué era lo que hab’a adentro, arrimó all’ un banquillo y, subiéndose de un salto, logró alcanzar el borde de la olla. Comenzó entonces a columpiarse sobre ella de extre mo a extremo, intentando descubrir a qué sab’a tan suculento manjar. Por fin, alargando la u–a de una pata, alcanzó una rajita de canela. “Una sola tiradita y será m’a”, se dijo. Tiró una vez, pero la raja esraba bien caliente y se hab’a quedado pegada a la melcocha del arroz. Intentó una segunda vez y la raja se movió un poquito. Tiró con más br’o y logró por fin desprenderla, pero mareado por el dulce olor a manjares de bodas, perdió el balance y dio consigo al fondo de la olla.
Un poquirito después, la Cucarachita Martina volvió a la cocina a revolver el arroz con su larga cuchara de palo. Cuando vio que el Ratoncito Pérez se hab’a ca’do en la olla, comenzó a lamentarse desconsolada: “¡Ay, Ratoncito Pérez, pero quién te mand’a a meterte en la cocina, a husmear por donde no te importa!”. Como el Ratoncito Pérez nada le contestaba, la Cucarachita se fue a su cuarto, se quitó su traje de novia, se vistió de luto y, sacando su cuatro del ropero, se sentó a la puerta de su casa y se puso a cantar:
Ratoncito Pérez cayó en la olla,
Cucarachita Martina lo canta y lo llora,
¡Lo canta y lo llora!
¡Lo canta y lo llora!